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domingo, 9 de octubre de 2011

los diarios de Alejandra

Los Diarios de Alejandra.

Curioso: sé "interrogar" en poesía. No lo sé en prosa. Quiero decir: sé estudiar un poema-breve, naturalmente. Cuando se trata de prosa entro en la confusión. Pero podría empezar con cuentos muy breves. No, yo quiero un refugio.


Ojalá con estos párrafos lograse que al menos una chica que no conoce aún a Alejandra se acerque a ella. Quizás dé un poco de miedo acercarse a las letras de una mujer que se suicidó a sus 36 años, les deseo que ganen en ustedes las ganas para poder hacerlo.
Por el contrario, yo encuentro en Alejandra una gran pasión, y la pasión y la vida no las puedo imaginar separadas. Es por eso que quiero compartirla con ustedes: Alejandra y sus mambos todos. Su eterno preguntarse. No sé quien dijo que vivir es arder en preguntas. Desde esa óptica la vida de Alejandra fue intensa y bella. Ojalá todas llevásemos diarios tan ricos, tan complejos, tan femeninos. El dolor de estar vivas, la angustia, el tiempo... Alejandra no concebía escribir sin tocar estas temáticas, las verdaderas raíces que tenía que tener para ella todo escrito. Los verdaderos problemas, los que no tienen solución. Ser, sabiendo que nos vamos a morir. Situado en el medio y en algún lugar siempre inespecífico se encuentra quien de verdad somos y de su mano y para siempre:EL DESEO.. Es por eso que Alejandra no podía parara de escribir. Estaba demasiado viva.
La Alejandra joven no es ajena, a las temáticas de cualquier adolescente, los granos, sus kilos de más, sus amores que no son y por eso mismo el pensarse adulta y sola. La consciencia todo a lo largo de su obra de que si bien hay posibilidades, no hay marcha atrás, y hemos sido lanzados a una existencia que tiene – si es que la tiene- su propia lógica, para la cual no somos “necesarias”. Es paradójico que precisamente reconociéndonos finitas y pequeñas ( abandonando la idea de eternidad que tenemos cuando somos niñas), empecemos a actuar creando la diferencia no mediante grandes hazañas, sino con las pequeñas, con lo que se tenga a mano, con las reales: y sabemos que las mujeres en general somos muy buenas buscando entre estos recursos, sobretodo cuando nos damos cuenta que ellos están relacionados con quienes de verdad somos, no ya con quien son nuestros padres, ni nuestras familias o la cultura en la que nos toco nacer. Ahí es cuando recuperamos la identidad, que como el sentido de la vida solemos perder y encontrar muchas veces a lo largo del camino. Perderse para encontrarse, cita un precepto bíblico. Mujer no se nace, según Simone De Beauvoir, se hace. Alejandra además de ser fan de Simone, fue en este sentido una genial arquitecta. Sus diarios son un canto a la intensidad de la vida de una mujer, de sus deseos, sus angustias y sus ansiedades. Leerla es sentir que no estamos solas. Basta cambiar la pasión de Alejandra por cualquiera que sea que tengamos; bailar, actuar, trabajar en eso q nos enciende, o cargar con la responsabilidad de tener que hacerlo aún cuando odiemos el trabajo. Alejandra hablaba mucho sobre mantener la llama encendida, me gusta ilustrar mentalmente su muerte como un arder. Alejandra para mi se prendió fuego. Me gusta reivindicar las llamas, cada una verá como las administra, pero me parece que si no actuamos llevadas por una pasión la vida no tiene sentido.
Gabriela Mistral, Alfonsina, Alejandra, fueron para mi mujeres que se animaron a vivir la vida. Quizás los finales solo sean guiños. Que más dá el final? Frente a una cultura que identifica finales con vidas, tal vez el releer a estas mujeres sea un acto creativo, una bocanada de aire a lo insulso de los resabios de la omnipresente felicidad yankee y a sus finales acordemente dosificados.
Alejandra quiso convertir sus diarios en literatura escrita en tercera persona. No llegó a hacerlo, pero que lindo hubiera sido que lo lograra. Me gusta pensar que quizás decidio tomar un atajo y convertirse directamente en Literatura. Como sea, Nos ha dejado en sus diarios una muestra de lo maravillosas que podemos ser las mujeres cuando usamos las palabras para desnudarnos.